21 ago 2009

LUIS de ÁVILA

Gonzalo Pérez era amigo de este Luis de Ávila, autor de uno de los libros de Don Quijote: "no se pasó adelante con el escrutinio de los demás libros que quedaban; y así, se cree que fueron al fuego, sin ser vistos ni oídos, La Carolea y León de España, con los hechos del Emperador, compuestos por don Luis de Ávila, que sin duda debían de estar entre los que quedaban, y quizá, si el Cura los viera, no pasaran por tan rigurosa sentencia" (Cap. VII).
Bien se ve que sólo median 60 años entre el testamento que hizo Colón en Valladolid en 1506 y el que hizo Gonzalo Pérez en Madrid en abril de 1566, pues nos encontramos con los mismos genoveses Spínola y Centurión:

Colón dice en el codicilo: "Relación de personas a quien yo quiero que se den de mis bienes (...) A los herederos de Luis Centurión, mercader ginovés, treinta mil reales de Portugal (...) A Baptista Spínola o a sus herederos, si es muerto, veinte ducados. Este Baptista Spínola es yerno del sobredicho Luis Centurión".

Y Gonzalo Pérez dice: "A Nicolao Spínola, ginovés, seisçientos ducados. A Adán Centurión, quinientos escudos que me prestó. A Marco Centurión, su fijo, quatroçientos ducados de resto de mil ducados que me prestó; paguéle los quinientos y díle un esclavo en cien ducados".
Gonzalo Pérez entregó su testamento cerrado y sellado al escribano Gaspar Testa, y firmaron como testigos, entre otros, Polo Labadía, el Doctor Méndez, el Doctor Madera, vezinos y estantes en esta villa de Madrid"
.
Y hablando de Madera, nos encontramos esto que dice Fernández Armesto en la biografía de Colón sobre la isla de Madera o Madeira, de donde procede el apellido de ese testigo de Gonzalo Pérez:
"el periodo de sus primeros viajes atlánticos viene determinado por un documento genovés de 1479 que registra un viaje realizado por Colón a Madeira el año anterior para comprar azúcar como parte de un trato realizado por la empresa Centurione" (cap. I).
Doña Ana de Portugal, Duquesa de Pastrana, solicitaba en Madrid el día 17 de octubre de 1596 el traslado del testamento del Secretario Gonzalo Pérez. En cumplimiento del auto del Dr. Ortiz, fue requerido Diego Robles, y dio el traslado, y su testamento se encontró en la Casa de Osuna, donde estaba también el de Doña Inés Laso, la madre de Pero Niño. (El Quijote fue editado por Don Francisco de Robles e impreso por Juan de la Cuesta).
González Palencia dice en la Advertencia Preliminar de su biografía de Gonzalo Pérez: "Premiado por el Emperador con el privilegio militar y de caballero dorado, abandonó pronto esta vocación y se hizo clérigo, logrando la protección de Don Francisco de los Cobos, a quien se lo recomendara Alonso de Valdés en su testamento. Su diligente actividad en la Secretaría le permitió ponerse en contacto con las personalidades de más relieve de su tiempo, y con gran satisfacción acudieron a buscar sus buenos oficios hombres como Pedro Aretino o Pedro Bembo, cuya correspondencia con Gonzalo muestra además el papel que en aquella corte imperial desempeñaban un Don Luis de Ávila y Zúñiga, el famoso cronista de Mülhberg, o el sagaz embajador Juan de Vega, que había de llegar a la cumbre de la administración española con la presidencia del Consejo de Castilla, tras haber sido virrey de varios reinos (Navarra, Sicilia, etcétera).
No había logrado todavía una situación económica personal clara y desahogada. Tras varios beneficios eclesiásticos, inseguros, como un arcedianato de Villena, en la iglesia de Murcia, al que le pusieron pleito y para cuya solución favorable pedía Cobos la influencia del eximio escritor Juan de Valdés, y después de una frustrada abadía de Arlés en Gerona, y otro efímero arcedianato en la Sey en Cuenca, disfrutado sólo durante dos o tres años, consiguió el arcedianato de Sepúlveda en la iglesia de Segovia (...), dignidad que había vacado en 1542 por cesión simple de D. Hernando Niño, Obispo de Orense".
A Don Quijote la danza que mejor le pareció de cuantas se bailaron en las Bodas de Camacho fue la de los muchachos vestidos de blanquísimo lienzo, que identifico con la danza guerrera o Baila de Ibio, el solar más antiguo de los Guerra, y que es el linaje que a su vez da nombre al Valle de Guerra de la isla Canaria de Tenerife. Y también le gustó la de las mozas vestidas de "palmilla verde de Cuenca", que es de donde eran naturales los hermanos Valdés.
"Y como Sancho vio a la novia, dijo:
- A buena fe que no viene vestida de labradora, sino de garrida palaciega. ¡Pardiez, que según diviso, que las patenas que había de traer son ricos corales, y la palmilla verde de Cuenca es terciopelo de treinta pelos!"
(cap. II, XXI).
Juan de Valdés (Cuenca, 1509-Nápoles, 1541) en su "Diálogo de la lengua" se dice castellano, criado en el reino de Toledo y en la Mancha de Aragón, y paisano de Mosén Diego de Valera, que era de Cuenca. Su apellido es de origen asturiano y no sé si por parte de su madre compartiría algún apellido con la familia de fray Luis de León como éste lo compartía con Mosén Diego de Valera. Valdés se crió en el palacio del Duque de Escalona de los Pacheco y le dedicó parte de su obra a Don Diego López Pacheco, y Fray Luis al obispo Don Pedro Portocarrero. Valdés admiraba el lenguaje sencillo y directo, guardó por ello un discreto silencio sobre la obra de Fray Antonio de Guevara, y decía que La Celestina era la mejor obra escrita en castellano, al tiempo que criticaba el lenguaje de Amadís y de las Sergas de Espladián.
"Yo no soy casado, ni hasta agora me ha venido en pensamiento serlo", le dice Don Quijote a Basilio, el mozo que "birlaba bolos como por encantamento", cuando le habla del matrimonio y le aconseja (cap. II, XXII). Entonces es cuando Sancho dice: "este mi amo, cuando yo hablo cosas de meollo y de sustancia suele decir que podría yo tomar un púlpito en las manos y irme por ese mundo adelante predicando lindezas; y yo digo dél que cuando comienza a enhilar sentencias y a dar consejos, no sólo puede tomar un púlpito en las manos, sino dos en cada dedo". O sea, que parece que fuesen clérigos. Después hablan de humanismo e impresión de libros, Metamorfoseos de Ovidio, etc. y Sancho recordará estas Bodas al tiempo que la estancia en casa de Don Diego de Miranda, que comparte su linaje con Fr. Bartolomé de Miranda (el Arzobispo de Toledo Bartolomé Carranza Miranda), que confesó a Carlos V y le vio morir como don Luis Quijada y don Luis de Ávila que estaban también con el Emperador en esos momentos. Y en casa de Don Diego de Miranda Don Quijote dice unos versos de una égloga de Garcilaso y se ciñó un tahalí de lobos marinos. Carranza de Miranda era acusado de erasmista y luterano y Fray Marcos de Cardona declaró en la Inquisición de Barcelona haber oído a Carlos V estas palabras: "Cuando yo daba al Maestro Miranda el obispado de Canarias, no lo quiso, e ahora ha aceptado el Arzobispado de Toledo; veamos en qué parará su santidad. E por eso creo que Su Md. no estaba bien con él, e le dixo algunas palabras de que salió descontento, las quales nadie pudo oyr porque todos salieron de la Cámara, e los echaron fuera, que no quedaron dentro sino Su Md. y el Arzobispo solos. Y aunque no oyó las palabras consolatorias que le dijo para ayudarle a bien morir, sabe que Fr. Juan de Regla se alteró de ellas".
Menéndez Pelayo dice sobre esto en la Historia de los Heterodoxos Españoles: "El Santo Oficio llamó en 25 de diciembre al comendador mayor de Alcántara, D. Luis de Ávila Zúñiga, elegante historiador de la guerra de Alemania y servidor fidelísimo de Carlos V, a quien había acompañado hasta la última hora. Y él declaró que "estando ya Su Md. muy al cabo de su vida, tornó a entrar el Arzobispo en la Cámara e se puso delante de la cama, de rodillas, con un crucifixo en las manos, e mostrando al Emperador el crucifixo, dixo: "Éste es quien pagó por todos; ya no hay pecado, todo es perdonado". Lo cual a D. Luis Ávila le pareció cosa nueva, aunque no era teólogo".
El 15 de enero de 1559 se interrogó al mayordomo de Carlos V y ayo de D. Juan de Austria, Luis Quijada, como otro de los testigos de la muerte y dijo: "Una hora antes de que el Emperador muriese, envió llamar al dicho Arzobispo de Toledo, que estaba en el aposento de este testigo, que viniese porque ya Su Md. le tornaba el paroxismo, e así vino el dicho Arzobispo a do estaba Su Md., e tomó en las manos un crucifixo, e dixo: "Que mirase aquel que es el que padeció por nosotros y nos ha de salvar". E no se acuerda de más palabras que allí pasasen, porque a la verdad, este testigo estaba muy ocupado".
En el capítulo VII del Quijote con el que he comenzado este escrito se dice que de haber visto el Cura que expurgaba los libros de Don Quijote la obra de D. Luis de Ávila quizás no hubiese tenido una sentencia tan severa (tirarlo al fuego) como la Inquisición hizo con tantos libros de erasmistas, por ejemplo, como se decía que era el Catecismo de Carranza, y Sancho le dijo a Don Quijote que bien predica quien bien vive y que él no sabe teologías.
"La madeja se iba enredando cada vez más, y el Arzobispo de Sevilla Don Fernando Valdés Salas, que veía llegada la ocasión de satisfacer su encono -sigue diciendo Menéndez Pelayo- se propuso apurarlo todo, y mandó el 6 de abril de 1559 se tomasen declaraciones en la villa de Dueñas/Palencia (cerca del límite con la provincia de Valladolid) al conde de Buendía y a la gente de su casa, los cuales manifestaron que Fr. Bartolomé había persuadido a la condesa y a sus criados que no rezasen Pater noster ni Ave María a los santos, y que así lo enseñaba en su Cathecismo "libro muy alabado por toda la gente principal e cortesanos e criados de Su Md.
Interrogada la marquesa de Alcañices sobre sus relaciones espirituales con Carranza, estuvo negativa en todo, excepto en lo de haberle enviado sus libros, como confesor suyo que era.
Doña Luisa de Mendoza, mujer del secretario D. Juan Vázquez Molina, declaró en 14 de julio de 1559 haber tenido algunos coloquios con la marquesa sobre la materia de justificación, que ella había aprendido de Carranza".
Y éste era el amigo de Gonzalo Pérez a quien Melchor de Ortega le dedicó el Felixmarte de Hircania que había hallado entre los libros de Colón. Don Fernando Valdés compartía su linaje con los erasmistas Alfonso y Juan Valdés (los Pacheco eran Señores de Belmonte, la patria de Fray Luis de León) y, como veremos, a Menéndez Pelayo los consejos que Don Quijote le da a Sancho cuando se va a gobernar la ínsula de Barataria se le parecían mucho a lo que Alonso Valdés dice en el Coloquio de Mercurio y Carón: en que allende de muchas cosas graziosas y de buena doctrina, se cuenta lo que ha acaecido en la guerra desde el año de mill quinientos y veinte y uno, hasta los desafíos de los reyes de Francia et Inglaterra, hechos al Emperador en el año M.D. XXIII.
"Expone todavía con mayor prolijidad que el secretario Gonzalo Pérez en su "Relación (oficial) de lo que ha pasado sobre el desafío particular entre el emperador y el rey de Francia", o el capitán Jerónimo de Urrea en su "Diálogo de la verdadera honra militar", mostrándose tan enterado como el segundo de las leyes del duelo y dando la razón al emperador (...) Con no llegar Juan de Valdés al argénteo estilo e inimitable tersura y pureza ática de Luciano, sería el rey del género entre nosotros si Cervantes no le hubiera vencido con el "Coloquio de los perros", dice Menéndez Pelayo.
En 1527 los hermanos Valdés escribieron el "Diálogo de Lantancio y un arcediano" en son de defender al emperador sobre lo del saco de Roma, y así como Don Quijote dice que los niños, las mujeres y los religiosos están indefensos porque esta clase de personas carecen de armas ofensivas y no se pueden defender, él recuerda el horror que sufrieron entonces esta clase de personas en aquella guerra en la que murió Borbón. El doctor Torralba terminó siendo perdonado de sus locuras y años después era médico del almirante Don Fadrique Enríquez. Constantino de la Fuente recurrió a Fray Bartolomé de Bustamante, provincial entonces de los Jesuitas, manifestándole sus deseos de hacerse él también jesuita pero la Orden no le admitió por hereje, y Fray Antonio del Corro, sobrino del inquisidor de Sevilla de su mismo nombre, huyó a Londres y fue quemado en efigie en los Autos de Fe de Sevilla. El hereje Francisco de Vargas, Señor de Higuera (Badajoz), estaba casado con una hermana de Egidio, con el que Vargas había estudiado en Alcalá.
Los Valdés conocieron a Victoria Colona Ursino, y los linajes de ésta son los primeros que menciona Don Quijote al Cachopín de Laredo, que se llama Vivaldo como el que traía a Gonzalo Pérez los libros que imprimía el extremeño Alfonso de Ulloa en Venecia, que a su vez escribía al capitán Urrea y vertía al toscano la biografía de Colón en 1571. Los hermanos Valdés conocieron a Erasmo y se escribieron con él y Don Fernando Valdés incluyó la obra de Erasmo en el Índice de libros prohibidos. Don Fernando Valdés (1483-1568) fue obispo de Sigüenza y después Arzobispo de Sevilla y Don Fernando Niño de Guevara fue también obispo de Sigüenza y le sucedió como Arzobispo de Sevilla y Don Quijote dice en el primer capítulo de la segunda parte al Barbero que expurgaba sus libros con el Cura: "¡Ah, señor rapista, señor rapista, y cuán ciego es aquel que no ve por tela de cedazo! Y ¿es posible que vuesa merced no sabe que las comparacciones que se hacen de de ingenio a ingenio, de valor a valor, de hermosura a hermosura y de linaje a linaje son siempre odiosas y mal recibidas?". En este capítulo que vuelve a salir el Catay que buscaba Colón y se evoca a un fortuito descubridor de tierras deconocidas. Y Sancho, cuando viene de Guinea la princesa Micomicona, cita a Pedro de Alcalá y Fray Hernando de Talavera, el fraile jerónimo y confesor de la Reina Católica que bautizaba a los moros conversos tras la conquista de Granada, le encargó que hiciese una gramática y vocabulario árabe a un Fray Pedro de Alcalá.
"Valdés estaba inspirado por las más puras doctrinas de la democracia; que algunas de sus páginas no desdecirían en el Contrato Social, de Rousseau", escribió J. M. Guardia. Y Menéndez Pelayo escribe lo que dice el personaje del Diálogo: "No quiero ser rey para mí, sino para ti, ni quiero gobernar para mi provecho sino para bien de este pueblo que me enconmendaste". En conformidad con tantos propósitos, apartó de su corte a los viciosos, avaros, aduladores, truhanes y chocarreros; escogió consejeros de buena vida, ordenó que todos los caballeros enseñasen a sus hijos artes mecánicas y liberales, tomó estrecha residencia a jueces y ministros, desterró a los malos a una isla despoblada, consiguió facultad del papa para hacer otro tanto con tres o cuatro obispos, reforzó las leyes y cortó los pleitos, no proveyó oficios sino en gente virtuosa, sin respeto a favores, linajes ni servicios; tuvo siempre sus puertas francas y sus oídos abiertos a los pobres y ricos, disminuyó gabelas e imposiciones, dotó huérfanas, fue amparo de viudas y menesterosos, edificó hospitales y puentes, transformó su corte en un convento de frailes buenos, y, divulgándose la noticia de tamañas virtudes, acudieron de reinos extraños a morar en los suyos, y vinieron los infieles, sponte sua, a recibir el bautismo o le pidieron predicadores y misioneros. Ya próximo a la muerte, llamó a su hijo y le hizo un largo razonamiento, que es de los mejores trozos que escribió Juan de Valdés y, según yo entiendo, sirvió de modelo a los consejos que dio Don Quijote a Sancho antes de que partiera para gobernar su ínsula".
Valdés estudió Leyes, lengua latina y griega en Alcalá y supo hebreo suficiente para traducir los Salmos y la Epístolas de San Pablo. Don Feliciano de Silva, que continuó La Celestina de Fernando de Rojas que ponderó Valdés y se trata de libro divino en los versos del prólogo del Quijote, se casó con una Mendoza de origen oscuro que se crió con los Pacheco (Marqueses de Cerralbo) y era hija natural de Don Diego Hurtado de Mendoza y por lo mismo descendiente del Marqués de Santillana y en Cuenca hubo una importante rama de los Mendoza.
Rodrigo Rodríguez de Avilés (apellido asturiano como Valdés) se casó con Doña Beatriz Fernández Pacheco, hija bastarda de Juan Fernández Pacheco y se desconoce con qué mujer la tuvo. Y esta Beatriz Pacheco, hija del Señor de la villa de Belmonte y la tierra de la Mancha (Cuenca) y mujer de un Avilés, era hermanastra de Doña María Pacheco y Téllez de Meneses, mujer de Don Alonso Téllez Girón y Vázquez de Acuña.
Y entre los Girón y Pacheco veíamos el linaje de las Casas, que es Fray Bartolomé de las Casas, obispo de las Indias, que, aunque amigo y defensor de Colón, denunciaba el trato dado a los indios y el comercio de esclavos. Era dominico, de la Orden que llevaba la Inquisición, que tantos libros quemó (de los árabes sólo se salvaban los tratados de medicina y arquitectura), pero Valdés o Carranza demuestran que todos los religiosos, obispos y arzobispos, no eran iguales. ¿Traficaron los Niño y los Guerra por las costas occidentales africanas, las Canarias y las Azores como Colón antes del descubrimiento de 1492?
Gonzalo Pérez, el escribano y albacea testamentario de Alonso Valdés, no debía de estar muy alejado del pensamiento de éste cuando se lo recomendaba a Don Francisco de los Cobos Molina, "un gran hombre de Estado, pero, ojo con él, porque su mujer es muy ambiciosa", le dijo Carlos V a su hijo Felipe II. Quizás lo que perdió a Antonio Pérez fue la excesiva ambición de Doña Ana de Mendoza Silva y de la Cerda, viuda del portugués Ruy Gómez de Silva y Téllez de Meneses.
A la muerte de Fernando I de Portugal, el bastardo Maestre de Avís le ganó la partida a Juan I de Castilla, casado con Beatriz de Portugal, hija del monarca fallecido, y reinó con el nombre de Juan I de Portugal, a quien sirvió Juan Fernández Pacheco, defensor de la independencia de Portugal. Los Pacheco se remontan en su ascendencia hasta cierto Lucio Viminio Pacieco, que sirvió a Julio César en Andalucía, del que descendía Fernán Geremías, que vivió en Portugal, donde fue heredado, por ser de los primeros que pasaron a aquel reino cuando acudió a dominarlo el Conde Enrique de Borgoña, casándose este Pacheco con Leonor Benegas.
A Juan de Valdés no le importaba mucho la opinión de los napolitanos sobre su gramática y lengua castellana, le mportaba más la opinión del poeta Garcilaso y de dos humanistas de la Corte de Madrid. Quizá una de ellas fuese la de Gonzalo Pérez, pues no parece que fuese la de Don Luis de Ávila. Sí, como dice el Bachiller Sansón Carrasco, la historia es como cosa sagrada y hay que contarla como fue.
Y Carrasco era el apellido del profesor de Teología de la Universidad de Alcalá que fundara el Cardenal Cisneros. Marcel Bataillon dice así en Erasmo y España:
"Alcalá de Henares sigue siendo el núcleo principal de un humanismo empeñado en la renovación de la fe. El papel que hicieron en Valladolid los Complutenses es un aspecto significativo, pero un aspecto tan sólo, de lo que se puede llamar el movimiento de Alcalá. Los grandes debates de la época tenían allí su eco. Las adquisiciones de la biblioteca entre 1523 y 1526 nos la muestran recibiendo libros de Erasmo y de Lefèvre d`Étaples, lo mismo que ciertas obras de controversia antiluterana. Un expediente de visitas de cátedras del otoño de 1527 nos revela que el proceso que había quedado pendiente en Valladolid continuaba alimentando la enseñanza del Maestro Carrasco, catedrático de teología tomista. El religioso Fray Pedro de Alcalá, asistente a su cátedra, responde a las preguntas de los inspectores "que Santo Tomás ha días que está perdido, y que de San Lucas acá ha leído cuatro o cinco lecciones, y en éstas ha leído proposiciones de Erasmo más que a Santo Tomás. Fray Pedro, por lo demás, estaba bastante satisfecho de su maestro".
Y Diego de Bustamante fue paje de Don Pedro de Aragón, catedrático de Teología en la Universidad de Alcalá, de la que a su vez fue profesor de hebreo Don Juan Bustamante de la Cámara, como ya dije, y el Bachiller Sansón Carrasco del Quijote era hijo de Bartolomé Carrasco y resolvía un acróstico como Jorge de Bustamante, y Gonzalo Pérez era hijo de Bartolomé Pérez y Diego de Bustamante vivía en casa de su hijo Antonio Pérez cuando era estudiante. Y Juan Bustamante de la Cámara era de Alcalá y Sancho cuando nombra a Pedro de Alcalá, como ejemplo de que tomaron el apellido del lugar en que nacieron, y nombra también a Diego de Aguilar y así se llamaba el mencionado por Gabriel Zayas, criado de Gonzalo Pérez, en la carta que le escribía a éste cuando estaba en Aragón en 1552 en las Cortes de Monzón:
"no ha venido cosa nueva después que V. m. partió, salvo esas cartas; pero, pues hay en ellas una de la Condesa de Rivadavia (mujer de Don Francisco de los Cobos), no faltarán nuevas ni melindres con la de doña Menciana, que para la edad que tiene, sabe más que sería menester,etc."
Le prometía avisar de lo que ocurriere y enviar las cartas a Diego de Aguilar, a quien el Secretario le debería encargar que las guiara bien a donde éste estuviere.
En otra que le escribía desde Monzón el X de Noviembre de 1552 le dice en un párrafo: "A los Syndicos de Daroca habló ayer su Alteza, digo a los de la Çiudad, y hanse escusado que por su poca salud no van ellos, pero, escriben a la Çiudad una buena carta que envío al Conde con una del Duque, y rremito el pliego a Diego de Aguilar para que él lo encamine con este correo".

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